Ama! deja que tu alma brille...

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Amor Verdadero...amor profundo, trascendental...incondicional

domingo, 13 de junio de 2010

EL OLOR DE LA ROSA

EL OLOR DE LA ROSA
¿Que esperas encontrar en estas líneas que no tengas ya dentro de ti? ¿Conocimiento tal vez? ¿Experiencia ajena en la que apoyar la tuya propia? ¿Alguna técnica nueva? ¿Un comentario lúcido? ¿Una forma original de decir lo mismo de siempre? ¿El nombre de alguien a quien encumbrar si sus palabras coinciden con tus ideas, o de derrumbarlo si, por el contrario, no es así?.
Olvídalo, entonces, porque no hay nada de esto. Lo que sí vas a encontrar es la vieja propuesta-invitación a que en vez de tanto buscar fuera de ti, en el exterior, comiences, de una vez por todas, a buscar allá donde sabes que está todo el meollo del asunto: dentro de ti.
Y, ¿qué mejor sitio? Ahí está todo. Todo lo que necesitas y aún más. Mucho más de lo que un día tu mente pudo concebir o imaginar.
Bastará con que pares, que te detengas y observes. Que escuches. Así de fácil. Detenerse y observar. Busca un momento en la jornada diaria para dedicarlo por entero a ti. Una desconexión completa del resto de los acontecimientos del día.
A todo lo que que aparecerá en el campo de tu percepción, permítele salir y existir, no lo reprimas. Así lo verás y podrás darte cuenta de que eso está ahí. A este acto se le suele llamar “toma de consciencia”, que viene a ser lo mismo que “darse cuenta” de algo.  
Pero, tomar conciencia o darse cuenta no basta. No es suficiente con saber que algo está ahí. Se hace imprescindible una pequeña vuelta de tuerca más. Así pues, una vez permitido que algo apareciera en tu campo de percepción ahora permite que se marche del mismo modo en que lo dejaste aparecer. Ello lo conseguirás si no reaccionas ni a favor ni en contra y si permaneces en quietud observando el proceso con una buena dosis de paciencia y valentía.
Finalmente, después de contemplar muchas veces este proceso te darás cuenta que detrás de cada adiós y antes de cada hola, lo que queda, lo que hay, eres tú. Solo tú. Y, con la práctica, verás cómo cada vez es mayor el espacio de tiempo que tarda en aparecer un nuevo objeto en tu mente. Lo que experimentes en este instante infinito es tuyo y, por desgracia, intransmisible mediante la palabra.
 Es una cuestión de paciencia y voluntad. De una suave perseverancia.
Calla, pues, y escucha el silencio. Este hará que tu mente estalle. Percibe la respiración, los latidos del corazón y sentirás al mundo entero respirando y palpitando dentro de ti.
Ni siquiera pensarás en no pensar. Es algo que sucede. Y, lo más grande: comprenderás que se trata de algo que ha estado siempre ahí.Como decía un verso de Juan Ramón Jiménez:
“Allá va el olor de la rosa.
¡Cójelo en tu sinrazón!”
Y hazlo sin más esfuerzo que el de la suave perseverancia. Día a día, respiración a respiración, latido a latido. Con paciencia, sin tensiones, sin crispaciones… 
Sabe que no hay nada que tengas que conseguir que no poseas ya. Tampoco se trata de algo de lo que te tengas convencer; hay que descubrirlo.
Deja, pues, de buscar soluciones y respuestas en el exterior. Abandona las palabras y conceptos. Encuentra sin buscar estableciéndote en el observador permanente e inmutable y hallarás tus propias respuestas que son las que valen de verdad.
Revista Natural

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