Ama! deja que tu alma brille...

Ama! deja que tu alma brille...
Amor Verdadero...amor profundo, trascendental...incondicional

domingo, 20 de febrero de 2011

Renaciendo...

 Constante renacer

Nace un nuevo ser en mi interior
Pies descalzos , mirada larga
En mi pecho esencia de naranja
En mis pies sales de limón

Suenan las cuerdas y siento
Plegarias en acordes apretados
Aire sin aromas , óxido y cadenas
Libertad  en el templo de mi alma

Solitaria atravieso las certezas
Camino aún sin respuestas
Busco adentro rutas del vuelo
Busco entre cenizas, retazos zurcidos

Se disipa el humo y la luz se revela
Sueños de un ángel, caricias de amor
tren de la vida, castaños  recuerdos
llanto silencioso, mejilla y rubor

En la tierra de un corazón fértil,
las grietas atrapan la nueva semilla
encuentro la magia, me elevo sin forma
renace, alma y cuerpo,  en otra orilla…
 
 Cecilia Brida
20/02/2011

domingo, 13 de febrero de 2011

Simplicidad...

 Simplicidad 
Si pudiesemos abandonar la sabiduría y la sagacidad
La gente podría disfrutar el ser todos iguales;
Si pudiesemos abandonar el deber y la justicia
Todo podría basarse en las relacciones de amor o amistad;
Si pudiesemos abandonar el artificio y el provecho
La corrupción y el robo podrían desaparecer.
Aún así, semejantes remedios solo tratarían los síntomas
Por tanto son inadecuados.

La gente necesita remedios personales:
Revela tu auténtico yo,
Abraza tu naturaleza original,
Abandona tu propio interés,
Controla tu deseo
Lao Tse

martes, 8 de febrero de 2011

La muralla y los Libros...

 La muralla y los libros
Leí,días pasados, que el hombre que ordenó la edificación de la casi infinita
muralla china fue aquel primer emperador, Shih Huang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él. Que las dos vastas operaciones–las quinientas a seiscientas leguas de piedra opuestas a los bárbaros,la rigurosa abolición de la historia, es decir del pasado– procedieran de una persona y fueran de algún modo sus atributos, inexplicablemente me satisfizo y, a la vez, me inquietó.
Indagar las razones de esa emoción es el fin de esta nota. Históricamente, no
hay misterio en las dos medidas. Contemporáneo de las guerras de Aníbal,
Shih Huang Ti, rey de Tsin, redujo a su poder los Seis Reinos y borró el sistema feudal: erigió la muralla, porque las murallas eran defensas; quemó los libros, porque la oposición los invocaba para alabar a los antiguos emperadores.
Quemar libros y erigir fortificaciones es tarea común de los príncipes; lo único
singular en Shih Huang Ti fue la escala en que obró. Así lo dejan entender algunos sinólogos, pero yo siento que los hechos que he referido son algo más
que una exageración o una hipérbole de disposiciones triviales.
Cercar un huerto o un jardín es común; no, cercar un imperio. Tampoco es baladí pretender que la más tradicional de las razas renuncie a la memoria de su pasado, mítico o verdadero. Tres mil años de cronología tenían los chinos (y en esos años, el Emperador Amarillo y Chuang Tzu y Confucio y Lao Tzu), cuando Shih Huang Ti ordenó que la historia comenzara con él.
Shih Huang Ti había desterrado a su madre por libertina; en su dura justicia, los ortodoxos no vieron otra cosa que una impiedad; Shih Huang Ti, tal vez, quiso borrar los libros canónigos porque éstos lo acusaban; Shih Huang Ti, tal
vez, quiso abolir todo el pasado para abolir un solo recuerdo; la infamia de su
madre. (No de otra suerte un rey, en Judea, hizo matar a todos los niños para
matar a uno.)
Esta conjetura es atendible, pero nada nos dice de la muralla, de la segunda cara del mito. Shih Huang Ti, según los historiadores, prohibió que se mencionara la muerte y buscó el elixir de la inmortalidad y se recluyó en un palacio figurativo, que constaba de tantas habitaciones como hay días en el año; estos datos sugieren que la muralla en el espacio y el incendio en el tiempo fueron barreras mágicas destinadas a detener la muerte.
Todas las cosas quieren persistir en su ser, ha escrito Baruch Spinoza; quizá el Emperador y sus magos creyeron que la inmortalidad es intrínseca y que la corrupción no puede entrar en un orbe cerrado.
Quizá el Emperador quiso recrear el principio del tiempo y se llamó Primero, para ser realmente primero, y se llamó Huang Ti, para ser de algún modo Huang Ti, el legendario emperador que inventó la escritura y la brújula.
Este, según el Libro de los ritos, dio su nombre verdadero a las cosas; parejamente Shih Huang Ti se jactó, en inscripciones que perduran, de que todas las cosas, bajo su imperio, tuvieran el nombre que les conviene.
Soñó fundar una dinastía inmortal; ordenó que sus herederos se llamaran
Segundo Emperador, Tercer Emperador, Cuarto Emperador, y así hasta lo infinito...
He hablado de un propósito mágico; también cabría suponer que erigir la muralla y quemar los libros no fueron actos simultáneos.
Esto (según el orden que eligiéramos) nos daría la imagen de un rey que empezó por destruír y luego se resignó a conservar, o la de un rey desengañado que destruyó lo que antes defendía.
Ambas conjeturas son dramáticas, pero carecen, que yo sepa, de base histórica.
 
Herbert Allen Giles cuenta que quienes ocultaron libros fueron marcados con un hierro candente y condenados a construir, hasta el día de su muerte, la desaforada muralla.
Esta noticia favorece o tolera otra interpretación. Acaso la muralla fue una metáfora, acaso Shih Huang Ti condenó a quienes adoraban el pasado a una obra tan vasta como el pasado, tan torpe y tan inútil.
Acaso la muralla fue un desafío y Shih Huang Ti pensó: “Los hombres aman el pasado y contra ese amor nada puedo, ni pueden mis verdugos, pero alguna vez habrá un hombre que sienta como yo, y ése destruirá mi muralla, como yo he destruído los libros, y ése borrará mi memoria y será mi sombra y mi espejo y no lo sabrá”.
Acaso Shih Huang Ti amuralló el imperio porque sabía que éste era deleznable
y destruyó los libros por entender que eran libros sagrados, o sea libros que enseñan lo que enseña el universo entero o la conciencia de cada hombre.
Acaso el incendio de las bibliotecas y la edificación de la muralla son operaciones que de un modo secreto se anulan.
La muralla tenaz que en este momento, y en todos, proyecta sobre tierras que
no veré su sistema de sombras es la sombra de un César que ordenó que la más reverente de las naciones quemara su pasado; es verosímil que la idea nos toque de por sí, fuera de las conjeturas que permite. (Su virtud puede estar en la oposición de construir y destruir, en enorme escala.)
Generalizando el caso anterior, podríamos inferir que todas las formas tienen
su virtud en sí mismas y no en un “contenido” conjetural.

Eso concordaría con la tesis de Benedetto Croce; ya Pater, en 1877, afirmó que todas las artes aspiran a la condición de la música, que no es otra cosa que forma. La música, los estados de la felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético.
Jorge Luis Borges

lunes, 7 de febrero de 2011

Danza




La Danza de la Realidad

'No sé a donde voy, pero sé con quién voy.

No sé donde estoy, pero sé que estoy en mí.

No sé qué es Dios, pero Dios sabe lo que soy.

No sé lo que es el mundo, pero sé que es mío.

No sé lo que valgo, pero sé no compararme.

No sé lo que es el amor, pero sé que gozo de su existencia.

No puedo evitar los golpes, pero sé como resistirlos.

No puedo negar la violencia, pero puedo negar la crueldad.

No puedo cambiar al mundo, pero puedo cambiarme a mí mismo.

No sé lo que hago, pero sé que lo que hago me hace.

No sé quién soy, pero sé que no soy el que no sabe.'
 
De Alejandro Jodorowsky

jueves, 3 de febrero de 2011

Un Amanecer...



No fue la aurora, fue que, de repente,
los pulsos rebosaron de las venas.
Fue que las manos se sintieron llenas
de una callada claridad naciente.

Fue que en el corazón brotó, impaciente,
un desusado pulso de azucenas.
Fue que la sombra se deshizo, apenas,
cuando la luz la desbordó en torrente.

Fue la rosa del sol naciendo, erguida,
como una voz, de pronto, en las montañas.
Fue el cielo, el aire, el cántico, la vida.
No pudo ser el alba silenciosa.

Fue el amor despertando en mis entrañas
como una inmensa mano poderosa.

LUIS LÓPEZ ANGLADA – A UN AMANECER







miércoles, 2 de febrero de 2011

Fragmento de "Cartas a Olga"


'El ser hechizado en mi interior y el que está presente en el mundo se pueden dar la mano en cualquier momento, en cualquier lugar, de cualquier manera: cuando contemplo la copa de un árbol o cuando miro los ojos de otra persona, cuando consigo escribir una carta bonita, cuando me emociona una canción o cuando el fragmento de una lectura pone mis pensamientos en efervescencia, cuando ayudo a alguien o alguien me ayuda a mí, cuando ocurre algo importante o cuando no ocurre nada especial. Esa necesidad nuestra, irreprimible, de trascender los horizontes situacionales, de cuestionar, conocer, explorar, entender, buscar la esencia de las cosas, ¿qué otra cosa es esa necesidad sino otra de las formas de aquel anhelo interminable por recobrar la integridad perdida del ser, aquel anhelo del yo de regresar al ser? ¿Qué otra cosa es sino ese anhelo intrínseco de despertar al propio ser oculto, adormilado, olvidado tantas veces, y a través de él alcanzar aquella plenitud e integridad de la existencia que nuestra intuición nos permite vislumbrar?'

Fragmento de 'Cartas a Olga' de Vaclav Havel.