Ama! deja que tu alma brille...

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Amor Verdadero...amor profundo, trascendental...incondicional

miércoles, 16 de junio de 2010

LA ROSA DE COLERIDGE
Por: Jannice Oddun

Por boca de Borges supe, cuando aún estaba en Buenos Aires y era sólo uno, de sus más fervientes discípulos, que S.T. Coleridge había escrito entre finales del s. XVIII y principios del s. XIX :
"Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño y le dieran una flor como prueba de que ha estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces qué?"
Lo que nos expuso Borges, por esa época como entre el 45s y 49s, cuando aún no se había vinculado a la Academia de letras Argentinas, fue a propósito del tema que tocábamos, acerca de la evolución de una idea, a través de tres escritores harto conocidos: S.T. Coleridge , G.H. Wells, muy trabajados por Borges en los cuales se daba dicha evolución; que ya venía desde P.B. Shelley-en su Defensa de la Poesía, 1821- en la cual dictaminó que todos los poemas del pasado, presente y porvenir, son trozos de un sólo Poema Infinito. Donde cada poeta tiene, a tenido y tendrá su participación.
En 1950 abandoné no por voluntad propia, Buenos Aires; fui a Londres, que era como nuestra sala de reunión y releí a Borges y a Bioy Cásares; también a Ocampo y a Macedonio Fernández. Después me fui a recorrer toda el Asía, hasta quedar sin una libra-como hubiera dicho el mismo Borges- quince años vagué de reino en reino, obsesionado por la flor de Coleridge, que las doctrinas budistas, lamaístas, musulmanas, referenciaban sólo muy idealmente, cual si fuera un sueño, bosquejaban a medias.
No menos sediento que el Inmortal, trastocado en tres hombres distintos, bebí de muchas fuentes, pero como que más sed encendían en mí. Aquellos certificados que siempre llevaba ocultos, en la escarcela de la kurta, eran lo único que ante el mundo podían ratificar quién había sido yo; en Katmandú, comprendí que la Rosa, no era tangible, pero que existía y era al menos posible, contemplarla- pues eso según Shri Ahmar, lo cambiaba a uno- porque entre otras le hacía conocer que la muerte no existía y que además uno estaba unido a sus pétalos y a su fragancia; y en esa fragancia todos en absoluto, éramos uno sólo.
Este hombre santo, que me brindó una moneda - que no era un zahir pero hubiera podido serlo, pues por momentos me daba la impresión de tres caras* aunque una moneda según se sabe sólo tiene dos. Me resultaba inolvidable, pensaba por alguna secreta razón, más no sentía aprehensión alguna, pues pudiera ser que hubiese un anti-zahir, al menos en contraposición de los terroríficos síntomas, que son comunes. Pensaba en Borges porque todas las cosas que de él aprendí se hacían notorias y el escribir, desde que entré al Asia por ejemplo, estaba impregnado de los simbolismos que habíamos estudiado- empero el hombre santo que se me reveló, como que leía mis pensamientos y me decía: "Aquí afuera, todo es un símbolo, porque ésta dividido y es el resultado de la divagación; sin embargo existe un lugar- del cual te he dado la llave- dónde sólo una cosa Es y no necesita de simbología, porque es íntegra".
-Pero Shri Ahmar -le replicaba yo- ¿cómo sabré que es la Rosa, si no la veo como Rosa?
"Ay malí -me contestaba con paciencia él- Y he de señalar que ya mi nombre, por el que me conocieron mis amigos, no era el mismo porque tuve un tiempo, en el que me perdí de mí, o no me reconocía como me había llamado; empecé hace mucho a sentirme como otro. Lo único constante en mí, era la búsqueda de la Rosa de Coleridge. Entonces el maestro Ahmar, me dio un nuevo nombre: Malí, que en Hindi significa jardinero o cuidador de flores -si vas a algo que no es un símbolo y que tampoco es un jardín, ¿cómo pretendes, en lo informe hallar tal Rosa?
No puedes hallar lo absoluto en lo momentáneo -pensé, fue lo mismo que dijo Borges-
"No será, Malí, más conveniente para ti que la has deseado, ¿que te sueltes a su hacer? ya que esa esencia que es la Rosa y que es todo, te conoce y sabe que no lo olvidarás, ya que si no se hubieran atravesado la forma, el error sería conciente de que haces parte de ella; aún así, estuvo planificando como te atraería a su terreno y la mejor manera fue la feliz metáfora de la flor, que ya va trascendiendo del terreno de la literatura".
"En cuánto al profesor amigo, que te pintó la inquietud de la flor, y todos los anteriores e incluso yo, hemos sido parte del único poeta, que va repartiendo la evidencia de los pétalos de la Rosa".


*Referente a los tres aspectos de una misma cosa -sat-chit-ananda (verdad, conciencia, dicha) D.R.A





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